Marina me acarició el cabello con ternura, como solía hacerlo cuando vine por primera vez. La abracé fuerte y apoyé mi cabeza en su pecho como si fuera mi abuela querida.
—Mi niña, en esta casa las paredes tienen oídos y los espejos, ojos. No podemos bajar la guardia ni un segundo —me advirtió la nana—. Pero recuerda, tú eres más fuerte de lo que crees. Has superado cada obstáculo que Amaya ha puesto en tu camino. Asentí, pero la duda seguía presente en mis ojos. En verdad no recordaba mucho, solo tenía reflejos de algunas cosas. Bebí un sorbo del té que tanto me gustaba y sorbí unas cucharadas de crema antes de volver a preguntar:—¿Y qué hay de Eleonora y su supuesto embarazo? ¿De Geraldine y sus intenciones con la marca? ¿Cómo puedo luchar contra tantos frentes a la vez? Mar