Sin embargo, yo parecía tener otras intenciones. En mi mente, los recuerdos de momentos íntimos en el baño se entremezclaban con un deseo ardiente de sentirme amada, de reconectar con mi identidad como esposa. Mis manos, temblorosas pero decididas, recorrían el cuerpo de Ilán con caricias cada vez más atrevidas.
—Amor, detente —susurró, tensándose ante el contacto. Su cuerpo reaccionaba instintivamente, pero su mente estaba plagada de dudas. Parecía que hacía demasiado tiempo que no nos entregábamos el uno al otro, y la situación actual era delicada. "¿Estaría bien hacerlo?", se preguntaba, temeroso de las consecuencias.—Solo quiero que me hagas sentir tu esposa de verdad, si es que lo soy —supliqué, sin cesar en mis caricias—. Es lo que tengo en mi cabeza: nosotros dos, en el baño... Mi voz se que