Esa mañana, la casa se encontraba cargada de emociones. La nana Marina, después de avisar a Josefina que el doctor Herrera, acompañado de la asistente de Amaya, la abogada Dafne, había devuelto a Amaya a su habitación, me vio llegar en compañía de mis padres adoptivos, quienes enseguida le cayeron muy bien.
—Buenos días —saludó con una sonrisa cálida—. Soy Marina, la nana de Ilán, bueno, lo fui. Ahora que es un adulto, soy su cocinera.—Buenos días —respondieron ambos, mirando asombrados la opulencia de la residencia Makis, todavía incrédulos de que su hija adoptiva resultara ser la niña perdida de esa familia adinerada—. Vaya, esto sí es tener dinero —exclamó mamá, con asombro y nerviosismo.Notando su incomodidad, ya que a mí me había pasado algo similar la primera vez que llegué