La llamada terminó, dejando un silencio reflexivo en la cocina. Marina fue la primera en romperlo:
—Bueno, parece que tienes mucho qué hacer —dijo con una sonrisa alentadora—. Leila, cariño, sé que podrás con esto. Tienes el espíritu Makis en ti.Mis padres adoptivos, aunque visiblemente preocupados, asintieron con orgullo. Siempre habían creído en mí.—Siempre supimos que estabas destinada a grandes cosas, hija —dijo mi padre adoptivo, tomando mi mano—. Estaremos aquí para apoyarte en lo que necesites.Sentí una oleada de emoción recorrer mi cuerpo. Miré a mi alrededor, observando con gratitud a las personas que me rodeaban: mi familia adoptiva, que me había criado con un amor incondicional; Marina, que me trataba como a una nieta querida; y pensé en Ilán, que me había acogido sin reservas en su vida.&md