El edificio que albergaba las empresas Makis y la firma Ivory Cloe bullía de actividad, incluso a altas horas de la noche. Bajo mi mando implacable, las reclusas habían transformado lo que parecía una caída inevitable en un ascenso vertiginoso. Las acciones de ambas empresas se elevaban a un ritmo imparable, para asombro y frustración de aquellos que esperaban verlas derrumbarse para comprarlas a precio de ganga.
Los enemigos que habían osado atacar a Ilán e Ivory Cloe no contaban con mi astucia. Aunque había olvidado el mundo de los negocios durante mis largos años en prisión, había sido una eminencia desde los dieciocho. Mi tiempo tras las rejas no había sido en vano; me había dedicado a estudiar y a formar un equipo de reclusas expertas en diferentes esferas clave del mundo empresarial, una estrategia que ahora daba sus frutos.Con la frialdad adquirida en mis años como la