En la cocina, me vi obligada a tomar asiento, abrumada por la emoción al descifrar las intenciones de mi sobrino. Sin embargo, sabía que enfrentaría una prueba desgarradora al convivir con mi nieta sin poder revelarle mi verdadera identidad de abuela. Las palabras de Ilán resonaban en mis oídos, como un torbellino de esperanza y temor.
La posibilidad de que mi nieta Leila fuera reconocida como una Makis, de que tuviera la oportunidad de reencontrarse con su familia y ocupar el lugar que le correspondía por derecho, era más de lo que había deseado. El anhelo de que pudiera convertirse en realidad me apretaba el pecho. Aún cuando el precio a pagar fuera tan grande, la imposibilidad de revelar mi verdadera identidad a ella me llenaba de un dolor punzante. Me concentré en escuchar lo que hablaban.—Sí, iremos al hospital y realizaremos esa prueba —afirmó Ilán con