Al abandonar la habitación, la casa me recibió con una atmósfera inesperadamente viva y acogedora, despojándose por completo de la penumbra que solía reinar en su interior. Ahora, estaba bañada en luz, y el aroma embriagador de las flores frescas se colaba por cada ventana abierta, cuyas cortinas, antes guardianas de la oscuridad, ahora estaban recogidas, permitiendo que el sol inundara cada rincón.
Por doquier, se extendían ramos de flores y nuevas plantas que parecían haber brotado de la noche a la mañana, aportando vida y color al hogar. La voz inconfundible de Josefina, conocida como "La Jefa" en la prisión de mujeres, detuvo a Ivory en seco, provocando que volviera su mirada hacia mí con una mezcla de sorpresa y curiosidad. —¿Josefina? —preguntó mirándome emocionada—. ¿Es tu tía? —Sí, esa era mi