Capítulo 4; La fiesta

~Analía~

Dejo salir una bocanada de aire en cuanto entro a mi oficina, mis manos están temblando, mi corazón late con más fuerza de la necesaria. «¿Por qué ella?». No puede ser verdad todo lo que está pasando, apenas llegué y todo parece tan complicado.

Estaba segura de que podría acercarme a Alex y hacer con él lo que quisiera, pero nunca pasó por mi cabeza que él ahora sería el novio de mi hermana.

—¡Mierda!

Lanzo contra la pared en plumero que llevo en la mano.

Alex es un asco, va a destruirle la vida a mi hermana como lo hizo con keylin y como lo hizo conmigo, no puedo permitir que sigan juntos. Es mi hermana, aunque no me haya reconocido por todos los años que han pasado y por mi cambio, sé que es ella, no puedo permitir que acaben con su vida.

Voy a conquistar a Alex sin importar lo que tenga que hacer, haré que la deje, a pesar de que eso haga que me odie, prefiero eso a verla en un ataúd.

—Haré que te enamores de mí, Morris, lo juro —hablo, mirándome en el reflejo de los cristales de la ventana—. Tú serás mi ratón de experimento como lo fui yo.

Tocan la puerta y trato de calmarme, no necesito que nadie me vea y sospeche que no soy quien todos están creyendo. No necesito ponerme en riesgo, siento que hay muchas cosas que desconozco, y necesito saberlas.

Me quedo viendo que es Mariana, pasa sin decirme nada, tiene mala cara y se ve enojada. Parece que no nos llevaremos bien, y quiero abrazarla, mi hermana ha crecido tanto.

—¿Qué buscas en realidad? —inquiere, mirándome, sus brazos están a la altura de su pecho—. No me convence tu cara bonita y amabilidad. Las chicas como tú son las peores.

Sonrío ante lo que me dice. Su histeria no ha cambiado.

—Bájale dos a tu drama, ¿puedes?

—Es evidente que quieres que Alex te lleve a la cama. Tienes pinta de ser una perr...

No dejo que termine la palabra y le volteo la cara con una cachetada. Hace el intento por devolvérmela y la tomo de la mano, apretándola. Su mirada llena de rabia hacia mí no me hace sentir mal por lo que hice. Nadie tiene el derecho a ofenderme.

—A mí me respetas, y no me tientes porque te juro por Dios que te dejo sin novio.

—Ni te atrevas, no sabes de lo que soy capaz —me amenaza—. Te quiero fuera de mis planes.

Sonrío, mordiendo mi labio.

—Y tu Alex lo que quiere fuera es mi ropa. Ya vete, me da pereza lidiar con gente tan insegura, y es que cómo no, tienes un novio bastante coqueto con todas.

—Alex me respeta.

—Alex te pone los cuernos con cualquiera que se le atraviese. Hay que verlo para saber que no es hombre de una mujer. Ubícate.

Su entrecejo me hace saber que está enojada.

—No me quieres como enemiga, Analía.

Sonrío de medio lado, logrando que su enojo aumente.

—Te voy a borrar esa sonrisa.

Me empuja, y se va, tirando la puerta

¡Carajo! ¿Tanto lo ama? Es que no me sorprende, Alex sabe cómo controlar tu mente hasta hacerte perder el control. En algún momento hará una mala jugada y querrá que mi hermana se culpe por sus estupideces.

La puerta se vuelve a abrir y pierdo el control.

—¡Déjame en paz!

Me doy la vuelta y veo que no es Mariana, es otra chica morena que me mira con sus grandes ojos.

—Perdón, pensé que era alguien más —me disculpo—. ¿Qué necesitas?

—Soy Sam, seré su secretaria. El señor Alex le manda la invitación para la fiesta de la empresa, normalmente, es para darle la bienvenida a los nuevos socios —me entrega la tarjeta—. Puede invitar a alguien si quiere.

La recibo, y la leo.

—Es hoy. ¿Quieres venir conmigo? No tengo a quién llevar.

Me queda mirando.

—Es para socios y gente importante, los empleados no podemos ir.

—Te estoy invitando yo.

—¿En serio?

Asiento con mi cabeza.

—¡Siempre quise ir!

Se me tira encima, nota que no correspondo y se aleja, pidiendo perdón.

—No es tan amargada como todos están diciendo, bueno, Alex dijo que eras una aburrida, engreída y antisocial.

Se cubre la boca al darse cuenta de lo que ha dicho.

—¿Eso dijo?

—Tengo que ir a trabajar. Nos vemos en la noche.

Se va corriendo.

¡Maldito! Piensa tantas cosas malas de mí y el único malo aquí es él.

[....]

Solo hay que ver la fachada del lugar para saber que es una fiesta de gente con dinero, por donde uno mire hay lujos y los meseros están demasiado elegantes. Igual que todas las personas que están que se miran por encima del hombro para saber quién está vestido mejor.

—Ah, viniste, creí que te sentías tan superior a todos que no podías venir.

La voz de Alex me hace reaccionar, me doy la vuelta para verlo, baja la mirada por mi cuerpo y noto su diminuta sonrisa. Imbécil.

—Me gusta hacer obras de caridad.

Le sonrío.

—Qué noble —me extiende una copa de champaña. La miro dudosa—. No tiene veneno.

—No confío en ti.

—Qué desconfiada, somos socios.

Se muerde los labios.

—Podríamos ser más que eso si quieres.

Levanto una ceja, tomándome un trago. «Estúpido».

—Es broma, no me gustan las mujeres como tú.

—A mí no me gustan los hombres tan básicos como tú.

Doy la vuelta para irme, no lo soporto, quiero gritarle todo lo que llevo guardado. Lo detesto.

—Analía.

Me llama.

—Tú vas a terminar loca por mí.

Me detengo, me giro sobre mis pies.

—¿Apostamos quién termina perdiendo?

—Vas a perder.

—No sé lo que es perder, Alex.

Camina hacia mí, me extiende la mano.

—Apostemos.

Aprieto su mano y sonríe confiado.

«Vas a caer».

—Ninguna mujer se resiste a mí.

Me inclino y le digo en su oído;

—Soy la debilidad de los hombres, tú no serás la excepción.

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