~Analía~
¿Cómo se puede odiar tanto a una persona? Quizás, nos han hecho tanto daño que no soportamos su presencia. Y es que ver a Alex sintiéndose el rey del mundo me hace querer acabar con él.
Yo estuve presa y él creó un imperio, un imperio que voy a destruir.
Verlo feliz con tanta gente a su alrededor me confirma que sigue siendo tan hipócrita.
Me quedo viendo que está hablando con los invitados, su falsa amabilidad me dan náuseas. Me doy cuenta cómo se le borra la sonrisa. ¿Qué está pasando? Se queda mirando a un lugar fijo, su cuerpo se ha vuelto rígido. Me quedo mirando y veo que son sus papás, los conozco. ¿Por qué Alex se ha puesto tan tenso?
Se levanta de la mesa antes de que sus padres se acerquen y los hace regresar. Necesito saber qué van a hablar. Me levanto con una sonrisa para todos, y me escondo detrás del pasillo para escuchar la conversación.
—¿Por qué lo trajiste, madre? Lo hubieras dejado en la casa.
La voz de Alex se escucha seria.
—Yo quise venir, hijo. El encierro me pone peor.
—¿Entonces por qué no te has muerto? Has durado demasiado.
—No te pases, respeta —masculla su madre en un tono de regaño—. Pídele una disculpa a tu padre.
—Él ya no es mi padre, y yo no soy un niño para que me mandes.
Hace el intento de dejarlos solos, pero su madre lo toma del brazo. Es evidente el desprecio que siente por su padre.
—Hijo…
Su padre lo toma de la muñeca.
—¿Hasta cuándo me piensas castigar? No tengo mucho tiempo y todavía no recibo tu perdón. ¿Tanto me odias?
¿Qué sucedió entre ellos? ¿Por qué tanta rabia de parte de Alex?
—El odio que siento por ti te lo ganaste tú solo, y eso no va cambiar ni siquiera porque vea cómo mueres.
—¿Nunca me vas a perdonar?
La voz de su padre se quiebra, y ni siquiera así su postura de seriedad tambalea.
—¿Cómo te voy a perdonar a ver arruinado mi niñez? Tuve que crecer viendo cómo golpeabas a mi madre y a mí, tuve que aguantar tus desprecios y que no me mandaras a la escuela, si mi madre no hubiera pagado mis estudios sería un pobre diablo y todo porque según tú yo no lo merecía. Le diste todo a mi hermano, mientras yo recibía golpes.
¿Alex tiene un hermano? Yo no tenía idea. ¿Cuántas cosas no sé de él?
—Hijo, yo…
—Tú nada. ¿Crees que no me daba cuenta de cómo violabas a mi madre? ¡Yo tuve que escuchar todas las asquerosidades que le hacías! Y tu excusa era que lo hacías por ser tu mujer.
—Le pedí perdón —musita su padre, con sus ojos llenos de lágrimas.
—Ella te perdonó, yo no.
—¿Nunca lo harás? ¿No te importo?
—Me da igual lo que pase contigo, no siento lástima de alguien que fue tan miserable como tú.
—¡Te pedí perdón! Pero tienes el corazón de piedra, jamás vas a perdonar que me haya equivocado. No fui un buen padre contigo y te fallé, pero quise corregir mis errores y tú solo me pones trabas, no dejas que siga.
Alex se le acerca con una falsa sonrisa.
—Porque lo único que quiero de ti es tu dinero, y eres tan imbécil que no te mueres rápido y me dejas en paz. Tú solo me has arruinado. Me estorbas.
—No tienes que ser tan cruel.
—Lo mismo te decía yo cuando me marcabas la espalda por los golpes que me dabas, y nunca te importó.
—Lo siento…
—Jódete. Vete de la fiesta con tu patética silla de ruedas. No quiero verte, me avergüenzas.
Veo que Alex se le acerca.
—No había sentido tanto desprecio por alguien como el que siento por ti. Con solo verte se me daña todo, tu presencia me fastidia tanto que no te soporto, hasta tu olor me parece asqueroso, igual que tú.
—No sigas.
Se le salen las lágrimas.
—Realmente, lo único bueno que hiciste fue enseñarme a defenderme, del resto solo fuiste un maldito estorbo del que me he querido deshacer.
—No me hables de esa manera, soy tu padre.
—¿Dónde está escrito que debemos idolatrar a nuestros padres aunque ellos nos hayan dañado? La gente tiene una idea equivocada del respeto, y yo no hago parte de ese patético grupo.
Se da la vuelta y se aleja de sus padres, trato de esconderme para que no me vea, pero es tarde, camina hacia mí con su cuerpo rígido y su mirada oscura, no alcanzo a reaccionar cuando me toma de la muñeca con fuerza y me saca de la fiesta, llevándome a un callejón.
—¡Suéltame!
Le grito, pero no lo hace.
—¿Qué carajos hacías escuchando? ¿Nadie te enseñó qué no tienes que meter tus narices en todo?
Me suelto.
—No estaba escuchando, iba pasando.
—Deja de hacerte la estúpida que escuchaste la conversación que tenía con mis padres —me agarra del cuello, evitando que mis pies toquen el piso—. Ni se te ocurra contar lo que escuchaste.
—Me… estás… ahogando… —se me cortan las palabras—. A… Alex.
Me suelta, dándome un empujón, empiezo a toser al sentir que el aire vuelve a mis pulmones, me recompongo y le doy una cachetada que hace que me mire lleno de rabia.
—No me vuelvas a pegar.
Le doy otra cachetada más fuerte. «Es tan imbécil».
Está por devolvérmela y se escucha un grito.
—¡Jefe, cúbranse!
Se nos tira un chico encima, haciéndonos caer al suelo, Alex quedando sobre mí, y justo ahí se escuchan los disparos, dejándome aturdida en medio de los dos. ¿Por qué no reaccioné? ¿Qué me está pasando? ¿De dónde salió el chico que nos salvó?
Veo un hombre que me apunta a unos pocos metros, no hay dudas en su mirada, y como si todo se detuviera veo cuando dispara hacia mí. Tengo que moverme, ahora.
—¡Analía, cuidado!
El grito de Alex me hace reaccionar.