Inicio / Romance / LA VENGANZA DE ANALÍA / Capítulo 14; En práctica
Capítulo 14; En práctica

~Alex~

Las semanas no han dejado de pasar con más frecuencia, he estado viajando por cosas de negocios que eran importantes y debía solucionar.

No he visto a Analía después de lo que sucedió en mi departamento, la muy inteligente supo cómo dejarme con una erección y desaparecer, sí , lo hicimos, pero quería más. Tuve que bañarme para bajar la excitación.

Le dije que la iba a enseñar a disparar y lo haré, me ha salvado en varias ocasiones y no está de más tenerla de mi lado, aunque no confíe en ella.

Entro a la oficina de Analía sin tocar, tiene las piernas arriba del escritorio y un vaso de alcohol en su mano.

Definitivamente, ella no es una princesa.

—Levántate, vamos a salir.

—¿A dónde? —mira el reloj—. Es temprano, no quiero salir.

—Dije que vamos —me queda mirando—. Te espero afuera en dos minutos.

La escucho quejarse y me salgo. Espero durante varios minutos que salga, por supuesto que iba a tardar más, hace lo que le da la gana. La veo venir moviendo sus caderas y ganándose varias miradas. Ella sabe lo bella que es.

Me le acerco y ato su cabello, dejándolo en una coleta, su cara se ve libre, en realidad, es una mujer hermosa.

—Para lo que harás no necesitas que te moleste el cabello.

—¿Te haré una mamada?

Bromea con tanta tranquilidad que casi me ahogo con mi propia saliva. ¡Maldición, mujer!

—No estaría mal, pero no. Ahora sí; cállate y vamos.

La agarro de la mano para que siga, pero me quita la mano y se la limpia, no evito reírme por su acción y solo me sigue mientras se queja.

No deja de preguntar en todo el camino hasta que llegamos a un campo que está abandonado.

—¿Qué hacemos aquí? Si piensas matarme por lo menos que sea en un lugar mejor.

—No pienso matarte… Todavía.

Acomodo cinco botellas en una línea.

—Querías que te enseñara a disparar, ¿cierto?

—Sí, dijiste que el momento llegaría.

—Este es el momento.

Empieza a brincar mientras hace ruido con sus manos, se me tira encima, dándome un fugaz beso.

—Disparar no es nada del otro mundo si lo aprendes conmigo.

—Tan prepotente. ¿Tienes mucha experiencia disparando o matando?

—Las dos cosas. También tengo experiencia haciendo orales, ¿te enseño?

Gira los ojos con molestia y la empujo entre risas.

Me pongo detrás de ella para empezar a enseñarle.

—No te pegues tanto.

—No te voy a comer, cálmate.

Se ríe.

—Párate con los dos pies separados a la altura de tus hombros y con tus rodillas ligeramente dobladas —le explico—. No puedes pegar demasiado los pies porque el disparo te puede echar hacia atrás y te lastimas. Eso no te gustará.

Asiente con su cabeza, le acomodo las piernas.

—Estás demasiado torcida, déjate llevar. Tus brazos deben estar extendidos de forma recta en frente de ti y te inclinas hacia adelante. Tus hombros también deben estar rectos, esto hará que la otra persona sepa que es tu objetivo.

La ayudo a guiar su cuerpo. Saco el arma y se la entrego.

—Tienes que agarrar con fuerza el arma porque te va a tirar en el suelo y te juro que me voy a reír de ti —beso su cuello, y me empuja—. Toma el arma con tu mano dominante, y vas a envolver el mango del arma con tus dedos medio, anular y meñique, apóyala cómodamente en la palma de tu mano. Te vas a sentir con más confianza.

Presta atención a cada palabra y lo hace muy bien.

—Ahora presiona con tu mano no dominante para que puedas cubrir la porción de la agarradera que no se encuentra cubierta por tu mano. Deja los dedos índice, medio, anular y meñique debajo del seguro del gatillo, alrededor de la mano dominante —hablo con seriedad—. Con la posición que tienes ya puedes disparar. Dale a la botella roja.

Le pongo los protectores auditivos y de paso los míos.

Me alejo.

—¿Yo sola?

—Sí, ubícala y presiona el gatillo. Con calma, no te afanes.

Cuenta hasta tres y dispara, falla a la primera, vuelve a hacerlo con más calma y más técnica, esta vez sí lo hace, empieza a celebrar y repite lo mismo con cada botella hasta dejarlas rotas.

—¡Viste eso! ¡Sí pude!

Celebra con gran emoción.

—Te hace falta más práctica. Ahora vamos con tiro al blanco.

Agarro mi arma y disparo, dando en el blanco de un solo disparo. Hace lo mismo y falla, me burlo de su cara, lo intenta varias veces, hasta que lo logra y empieza a gritar cargada de alegría.

—Eres muy bueno. ¿Dónde aprendiste?

—Me enseñó mi padre.

Le digo con simpleza.

Vuelvo a poner otras botellas y esta vez las rompe sin repetir la ronda. Es buena.

—¿Segura de que solo eres empresaria? No vayas a ser otra delincuente como yo.

Se ríe.

—Quizás tenemos la misma sangre mala.

Le sigo enseñando a desarmar y a armar el arma. Repito el proceso varias veces dejando que lo haga sola, se enreda, pero lo hace.

—Muy lenta, cuando quieras volver a disparar ya te han matado. Hazlo de nuevo.

En silencio la arma, se tarda varios minutos y la vuelve a desarmar. Me quedo viéndola desde una distancia prudente y se lleva varias horas en hacerlo con más práctica. Hasta que lo logra y me sonríe haciéndome saber que pudo.

—Nada mal para ser tu primera vez

—¿Nada mal? No invente, ¡Estuve increíble!

—No hay que exagerar.

Se cruza de brazos, levanta sus labios de manera molesta y no evito reírme de lo graciosa que se ve.

—Okay, estuviste bien.

Levanta su ceja.

—Muy bien, de hecho.

—Lo sé, lo sé.

—¿Por qué quieres aprender a disparar?

—¿Te das cuenta de que contigo tendré problemas? En cualquier momento vienen por ti. Tengo que saber defenderme.

—¿Me vas a defender otra vez? Eso fue sexy.

—¿Alex, tú me salvarías?

Hago silencio por uno segundos.

—Sí, me salvaste la vida.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP