Capítulo 15; A fuego

~Alex~

—No te creo nada, tú me matarías. No pareces bueno.

Me dice Analía con seriedad. ¿Siempre es tan sincera?

—Me salvaste la vida, te debo una. ¿Lo recuerdas? Y no, no soy buena persona, me encanta ser malo.

—Me debes todas las vidas que te den.

Bromea, dándome un pequeño golpe en el hombro.

—Deberíamos irnos ya.

—¿Tan pronto? Me aburre estar encerrada.

¿Quiere estar a solas conmigo?

—Ya que no quieres regresar y yo tampoco, te mostraré algo.

Hago que me siga durante largos segundos, aparto todo lo que está en mi camino hasta que llegamos a un enorme lago, que de manera extraña, su final da con unas enormes montañas.

—¡Es precioso!

—Demasiado. ¿Nos metemos?

—No, esa agua debe estar fría y no…

Antes de que termine la palabra la cargo y me tiro con ella, ahogando un grito. Salimos a la superficie, me burlo de su cara roja. Le acomodo el cabello detrás de la oreja y cuando pienso que me besará me tira agua, logrando que haga lo mismo.

Se va nadando y trato de alcanzarla, pero parece que nació en el agua, intento detenerla hasta que lo logro y entre risas se me sube encima, dejando sus piernas alrededor de mi cintura.

¿Por qué me está pareciendo más sexy cada vez que la miro?

—¿De dónde conoces este lugar?

—Es un secreto que no pienso revelar —mi pulgar en sus labios hace que se le erice todo—. Estás temblando.

—Tengo frío —susurra.

Se aleja antes de que pueda besarla, los dos salimos del agua, nos estamos terminando de poner la ropa cuando escucho cómo pisan una rama.

—¿Lo escuchaste?

Inquiero, mirando a Analía para saber si no fui yo solo el que escuchó.

—Parece que tenemos compañía.

Recojo mi arma y le paso la de Analía, y en un segundo tenemos enfrente cinco hombres que nos apuntan.

—No vayan a hacer ninguna estupidez, me pidieron que te llevara con vida, Alex, y tú, hermosa, te toca venir con nosotros por estar con él.

Habla uno de ellos que parece el que los guía a todos.

—Los quiero vivos, pero si por alguna razón tratan de pasarse de listos les voy a disparar. ¿Estamos?

—¿Y si antes nos divertimos un poco con la chica? Está guapísima.

Masculla de manera morbosa otro que está con ellos. Intenta tocar a Analía y le tira la mano con brusquedad, logrando que se enoje y le dé una cachetada, reacciono dándole un golpe en la nariz.

—¡Ya, o me los quiebro a todos aquí!

Grita uno de los matones.

Miro a Analía que también me está mirando, y como si de alguna manera nos entendiéramos empezamos a disparar y corremos entre las ramas. Si nos quedamos nos van a matar.

—¡Muchachos, detrás de ellos! ¡Que no escapen!

Se escucha el grito seguido de disparos. Puedo sentirlos correr detrás de mí.

—¡Corre, no te detengas!

La agarro de la mano y corremos juntos mientras tenemos un intercambio de disparos. Nos separamos y nos escondemos detrás de unos árboles, mientras disparamos, ya dos han perdido la vida.

—Tienes que cruzar, si te quedas ahí te van a disparar —le digo a Analía en un susurro—. Yo te cubro.

Asiente y cuando pasa corriendo empiezo a disparar, los dos quedamos detrás del mismo árbol. Debemos salir de aquí o nos matarán, ya han pedido refuerzos.

—¿Qué crees que haces? Guarda ese celular.

Analía trata de quitármelo y lo evito.

—Llamaré a Leo, necesito que nos saque de aquí o no saldremos con vida.

Marco durante varios segundos hasta que me responde.

—Patrón.

—¡Vente ya con reguero! ¡Ahora! Te mandaré la ubicación.

Cuelgo la llamada y le envío la ubicación. Espero que no tarde.

—¡Camaleón, te doy cinco segundos para que salgan o te juro que si voy por ti será peor para ti y para la vieja que tienes ahí!

—¡Salgamos y seamos hombres!

Lo reto con la única intención de que salga y poder ganar tiempo.

—¡A la cuenta de tres salimos!

Vuelve a gritar.

—No salgas, ese hombre puede matarte.

Analía me agarra de la camisa.

—Todo estará bien —le aseguro—. Si tienes que tirar del gatillo hazlo sin miedo.

Asiente de manera preocupada y salgo de detrás del árbol sin bajar mi arma, uno de los hombres hace lo mismo y ambos tiramos las armas a un lado.

Se me viene encima y lo recibo con un golpe en la cara, que me devuelve al instante. Los dos tenemos entrenamiento, los dos estamos acostumbrados a estos enfrentamientos.

Caemos al suelo, quedo arriba y no dudo en darle en la cara con mi mano cerrada, me tira, esta vez quedando arriba. Lo empujo con fuerza y agarra el arma, los dos nos ponemos de pie.

—Hasta aquí te llegó el jueguito.

Carga el arma sin dejar de apuntarme, aprovecho un segundo de descuido y trato de quitarle el arma, empezamos a forcejear y escucho un disparo, me reviso y no tengo sangre, le han disparado.

Volteo a ver y veo que es Analía quien lo ha hecho.

—¿Lo maté? ¡Mierda, te juro que no quería hacerlo!

—Hiciste lo necesario.

La abrazo para tratar de calmarla.

Se vuelven a escuchar disparos y nos escondemos, mi gente ha llegado y los que me buscan también, solo se puede escuchar cada disparo con claridad y ver cómo caen.

Pasan los segundos y para entonces hemos dejado varios cuerpos, los demás se han ido huyendo. Algunos de los hombres se han ido detrás de ellos.

—¿Por qué demonios tardaron tanto? ¡Casi me matan!

Mascullo, dándole un golpe en la cabeza a Leo.

—No estaba tan cerca, patrón. ¿No le pasó nada a la señorita?

Se dirige a Analía que luce desorientada y algo nerviosa por lo que acaba de pasar.

—Estoy bien.

Le dice sin mucho interés.

—¡Hay que salir de aquí, nos matarán! —grita Regueros, uno de mis hombres.

O me matan ellos, o los mato yo, pero no moriré como un cobarde.

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