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Capítulo 16; Equivocación

~Alex~

—¿Ya te sientes mejor?

Me acerco a Analía que ha despertado, llevaba horas durmiendo después del incidente del lago. Tuve que darle pastillas para dormir, y la traje a mi departamento. Estaba mal.

—¿Cómo le hiciste para olvidar la mirada de la primera persona que le quitaste la vida?

Podría mentirle y decirle que no soy un asesino, pero ella vio lo que sucedió.

—Todavía no la olvido, aprendí a vivir con eso —me acomodo en la cama, quedando sentado a su lado—. Ella merecía morir. No sientas culpa por lo que hiciste, me salvaste, no te atormentes.

—Te juro que no quise hacerlo —me susurra con sus ojos cargados de lágrimas y la abrazo—. No quise…

La interrumpo.

—Todo está bien.

Acaricio su cabeza de manera suave, la escucho sollozar, esto le afectará por un tiempo, pero aprenderá a sobrevivir. El mal siempre nos rodea.

—¿Quieres que llame a alguien para que te calmes? A Sam, por ejemplo, las he visto juntas.

—Prefiero estar sola, ella me hará preguntas y no quiero sentirme incómoda.

—¿Quieres que me quede?

—Por favor…

—Date la vuelta —le digo en un tono suave. Se gira y la cubro con mis brazos, se acomoda en mi cuerpo—. Haz de la tormenta tu propio arcoíris, así te harás fuerte.

—¿Y si el arcoíris se vuelve gris?

—Lo pintas de tus propios colores.

Sigo acariciándola hasta que vuelve a quedarse dormida. Me da igual que esté mal, pero matar a alguien siempre acabará emocionalmente con nosotros, y duele entenderlo.

[….]

—¿Tienes lo que te mandé a investigar sobre Analía?

Le pregunto a Abraham mientras camino a la oficina. Hace semanas le pedí que la investigara.

—Sí, busqué información sobre su vida, y parece que anteriormente había trabajado con otras empresas fuera del país, tiene buena referencias de empresarios con buenas posiciones, no tiene familia, no tiene pareja y todos concuerdan en que es inteligente, atractiva y demasiado amargada.

—¿Nada fuera de lugar?

Me detengo a verlo.

—Una cosa me llamó la atención, ¿cómo es tan hermosa y no tiene pareja, mucho menos familia?

—¿Qué se sabe de sus padres?

—Murieron en un accidente de coche, accidente que investigué y no me apareció nada.

—¿Nada? Es imposible, si ella tiene tanto dinero y es una de las empresarias más conocidas es imposible que la noticia de sus padres no haya salido en los noticieros o periódicos. Eso es raro, sigue investigando.

Me queda mirando.

—¿Sientes que ella oculta algo?

—Su vida es un puto misterio.

Me intriga saber de Analía, ella parece tan irreal que cualquiera podría fijarse en su belleza, pero sus habilidades me están haciendo dudar, yo aprendí las técnicas de disparo en meses, y ella en solo un día, aunque le hace falta práctica, lo hace muy bien.

No quiero sorpresas.

[….]

Llego a la bodega, Leo me ha llamado, cada vez que lo hace es importante.

—¿Qué pasó? —inquiero—. Espero que sea importante.

—Tenemos al policía que usted pidió que trajéramos, el de la balacera.

Me cubro la cara para ir a ver al hombre que trajeron, no quiero que me vea. Le saco la capucha y me doy cuenta de que está todo golpeado, seguramente se estaba resistiendo. Lo han atado a una silla.

—¿Quién eres? ¿A dónde me trajeron?

Pregunta mirando para todos lados. Quiero aclarar una duda que tengo, el día de la balacera cuando Analía lo golpeó su mirada era como si la conociera. Sentí una sensación extraña.

—Te haré una pregunta y espero que seas sincero, tu vida depende de qué tan sincero seas —aprieto sus mejillas—. ¿Quién es ella? —le muestro la foto de Analía—. Quiero saber quién es.

—No la conozco.

—Te lo dije; tu vida depende de qué tan sincero seas y me estás mintiendo.

—¡Te juro que no sé quién es!

—Que conste que quise ser bueno contigo —me doy la vuelta—. Leo, córtale los dedos hasta que hable.

—¡No! ¡Por favor no!

—¿Me vas a decir lo que sabes entonces?

—No la conozco, la única vez que la vi fue cuando estaba contigo.

—Algo me dices que mientes, mi intuición nunca falla, así que veamos qué tanto sabes.

Le hago señas a mis hombres para que me pasen un cuchillo, le sueltan las manos y empieza a gritar, él sabe lo que pasará.

—¡No! ¡No!

Empieza a gritar. Puedo ver el miedo en sus ojos. Sin remordimientos, agarro su mano y corto su dedo meñique, sin importar sus gritos cargados de dolor y su cara roja. Lo que menos me importa es verlo mal.

—¡Maldito desgraciado!

Le doy un golpe en la nariz, logrando que aumente el dolor.

—Te vas a morir, ¿lo sabes? Estuviste a punto de encerrarme, no me gusta cuando me retan.

Me alejo, ya no quiero seguir viéndole su mugrosa cara.

—¡Suéltame!

Lo escucho gritar.

—¡Te las voy a cobrar! ¡Todo mi ejército se irá en tu contra! ¡Maldito imbécil!

Me detengo a mirarlo cuando lo escucho decir lo último.

—En mi nómina están los policías.

Tengo la sensación de que sabe más de lo que dice.

—Chicos, se lo pueden llevar, y le dan un regalito para que se acuerde de nosotros.

Lo cargan y lo tiran en la camioneta.

Me suena el celular y lo contesto. Es Mariana.

—¿Dónde estás? Tenemos que hablar

—¿De lo que sucedió la última vez que nos vimos?

—Qué inteligente eres.

«No la soporto».

—Qué dices, ¿nos vemos?

—En veinte minutos estoy en tu departamento.

—Te espero.

Colgamos al tiempo.

Me subo al auto y conduzco a toda velocidad.

Llego a su departamento y al tocar el timbre me abre, bajo mi mirada por su cuerpo, lleva una diminuta pijama que casi no le cubre nada.

No dice nada y se me tira encima para besarme de manera feroz. Da un brinco quedando en mi cintura y la llevo al sofá, acariciando su piel. Ella me besa descontrolada.

—Analía…

Se me escapa un gemido y se aleja.

—¿Qué carajos acabas de decir?

¡Joder…!

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