Capítulo 3; Dudas

~Alex~

—¿Imbéciles o ustedes son muy poco para el mundo?

La interrogo, sin dejar de mirarla. Ella ni siquiera espabila a pesar de verse tan calmada y demasiado prepotente.

—Los hombres son miserables, pero tú no estás preparado para esta conversación. Se nota que en tu cabeza te sientes el rey —camina hasta mi silla y se sienta, su vestido deja ver sus largas piernas. Es sexy—. ¿Cuál será mi oficina? Quiero empezar a trabajar desde ya.

—Ese es mi lugar, no me gusta que nadie aparte de mí se siente —me quedo mirándola—. Levántate.

—No me voy a levantar. Te hice una pregunta

«¿Quién carajos se cree?».

—Él habla en serio, deberías levantarte.

—¡Cállate!

Ambos le gritamos a Abraham en unísono.

—Tu oficina está al lado de la mía, te llevo.

Me ofrezco, con una fingida sonrisa.

—Voy sola, no tienes que ser tan amable.

Se levanta, acomodando su cabello. ¿Por qué me parece tan atractiva esta mujer?

—¿Quién te volvió tan amargada? —mi pregunta hace que me mire con su ceja levantada—. ¿O eres así de nacimiento?

—¿Quién te volvió tan poco inteligente? —me devuelve la pregunta, con altanería—. ¿O te caíste de la cama de pequeño?

«Estúpida».

—Iré a mi oficina, tanta estupidez puede ser contagiosa.

Pasa por mi lado y la detengo, tomándola del brazo.

—¿Yo te conozco?

Mi mirada queda fija en la suya.

—Nunca te toparías dos veces con alguien tan increíble como yo —sonríe de manera coqueta—. En el mundo no hay otra parecida a mí.

Se suelta y se va.

¿Por qué siento que la he visto antes? Esos ojos negros tan llenos de profundidad me traen recuerdos de alguien que conocí hace muchos años; Alguien que ya no existe.

—Es muy atractiva y sexy —habla Abraham—. Esa mujer es divina.

—Y muy prepotente. ¿Viste cómo me habló? —mascullo, indignado—. Le puedo bajar sus aires de grandeza en segundos si quiero.

—No podrás, se nota que esa mujer no es como las que te gustan…

—¿Dices que no puedo tenerla? Yo puedo con cualquier mujer.

—Ella no parece cualquier mujer.

—Delante de mí sí lo es, ¿quieres que te demuestre que sí puedo? —pongo mis brazos a la altura de mi pecho—. Puedo tenerla si me da la gana y en el momento que yo decida.

—Claro, olvidaba que te gusta destruirle la vida a las mujeres.

Niega con su cabeza.

Suelto una risita, me acerco a mi bar y me sirve un trago.

—Quiero saber de dónde salió Analía, es hermosa y exitosa, es imposible que no la haya conocido antes en alguna reunión. Quiero tener información sobre su vida, encárgate.

—Alex…

—Hazlo y cállate.

Abraham es mi mejor amigo, pero muchas veces es tan débil que me fastidia, siento que le falta carácter, por eso le va tan mal con las mujeres.

Tengo la impresión de que había visto antes a Analía, no sé de dónde, pero su mirada se ha quedado en mí. Quizás la vi en alguna reunión y por eso no puedo sacarme su mirada de la cabeza, es la única explicación que encuentro.

Me quedo mirando por la ventana y los recuerdos llegan a mí, todo lo que hice en mi pasado no se va de mis recuerdos, nunca me he arrepentido de nada, cada quien tiene lo que se merece.

—¡Cariño!

Se abre la puerta de la oficina, dejando ver a Mariana, mi novia.

—¿A qué has venido? Te dije que estaría ocupado.

No escondo mi fastidio, suele ser intensa.

—Quise venir a conocer a tu nuevo socio, me dijiste que llegaba hoy, me parece importante que…

—No es un hombre, es una mujer.

Su sonrisa se borra al escucharme hablar.

—¿Una mujer? ¿Es bonita? ¿Está joven?

—Es horrible —le miento—. Nada comparado contigo que sí eres una mujer de verdad. Y no, no es joven.

Su sonrisa regresa.

La agarro de la cintura y la atraigo hacia mí, dándole un beso agresivo que no duda en corresponderme. Deslizo mis manos por sus piernas, haciendo que se remueva, estoy a punto de meter mi mano dentro de su ropa y se abre la puerta, haciéndonos separar de golpe.

—¡¿Ahora qué quieres?!

No escondo mi molestia al ver que es Analía. Ella ni siquiera se mueve de su lugar, se ve atónita y su cara se ha puesto pálida, su mirada está fija en Mariana que la mira con molestia y cierto fastidio. ¿Qué le pasa? ¿Por qué parece sorprendida?

—¿Quién demonios eres tú? —Mariana se le acerca—. Te estoy haciendo una pregunta, ¿eres sorda?

—¿Estás bien? —la interrogo, al ver su cara llena de horror—. Analía, ¿qué necesitas?

Como si saliera de sus pensamientos retoma su postura y su mirada oscura regresa.

—Perdón, no quería interrumpirlos —nos da media sonrisa—. Alex, venía por los balances, quiero saber cómo va la empresa.

—¿Tú de dónde apareciste? —la interroga Mariana—. No te había visto.

—Soy la nueva socia de la empresa. ¿No te lo dijo tu novio? Porque supongo que lo son después de cómo los conseguí.

Mariana voltea a verme.

—Los balances los tiene Abraham, puedes ir con él. Sal de mi oficina ahora.

Su mirada se fija en Mariana unos segundos y sale sin decir nada más. ¿Por qué actuó de esa manera cuando la vio?

—Me mentiste, esa mujer es una diosa, jamás podría competir con ella, y sí es joven.

La abrazo, con una sonrisa.

—Es insignificante, por eso dije que no era bonita.

—¿Por eso o porque te la quieres coger?

«Tenerla en mi cama no estaría mal».

—Vete, no voy a soportar tus escenas de celos. Lárgate, ya no quiero verte.

Me queda viendo sin moverse, la tomo de la muñeca con fuerza y la saco, sin importar sus súplicas.

Analía apenas apareció y ya causó problemas. ¿Qué haré con ella? Creo que es hora de demostrarle quién manda.

Si me toca sacarla de mi camino, lo haré sin pensarlo dos veces; las piedras en mi camino son un error.

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