POV – Mila

La mansión Fernández resplandecía como un templo de poder esa noche. Candelabros de cristal colgaban de las columnas, arcos de rosas blancas enmarcaban cada pasillo, y la alfombra que conducía al altar brillaba bajo luces cálidas como un río encendido. La orquesta afinaba violines en una esquina, mientras las cámaras de la prensa captaban cada detalle con ansias de exhibir la boda del año.

Los invitados llegaban: políticos, empresarios, herederos. Caras conocidas, sonrisas ensayadas, copas de champaña elevadas como saludo. Todo un desfile de poder y ambición.

Y entre esa multitud, en primera fila, estaban ellos. Los Rodríguez.

Sus expresiones fueron el verdadero espectáculo.

Javier se levantó de golpe al verme entrar del brazo de mi padre, vestido de negro impecable, y yo en seda blanca con velo y labios rojos. El vaso que sostenía tembló hasta derramar unas gotas sobre su traje. Sus ojos reflejaban incredulidad, como si estuviera presenciando una pesadilla.

Lola, junto a él