Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa noche cayó en Nueva York como una manta gruesa, pesada, que amortiguaba ruidos y agrandaba los silencios. Desde la sala del departamento de Sol, las luces de los edificios se extendían como un mosaico de estrellas artificiales. Damian dormía profundamente en su cuna portátil; Luka estaba en el cuarto contiguo, respirando con ese ritmo irregular que tienen los niños cuando han jugado mucho. Sol roncaba a medias desde su habitación, agotada después de un día lleno de clientes en el estudio.
Y Kira, con una taza de té frío entre las manos, miraba la ventana sin verla.
El eco del día seguía ahí, vibrando en su piel: el hombre del restaurante, la cámara en el parque, la tensión en el pecho de Julian, el miedo que había fingido no sentir frente a los ni&







