La luz entraba tímida por las cortinas, filtrándose en rayos suaves que dibujaban formas en la piel de Kira.
Despertó con una sensación distinta. No era solo descanso. Era algo más profundo, como si una brasa tibia le ardiera en el pecho. Sonrió antes de abrir los ojos del todo, sintiendo el peso de un brazo fuerte rodeando su cintura y el calor familiar de un cuerpo que conocía como el suyo.
Julian estaba detrás de ella, medio dormido, respirando contra su cuello. Lo sintió mover los dedos perezosamente por su vientre, y ese simple contacto le recordó cada palabra de la noche anterior. Un hijo… nuestro hijo.
La frase le dio un vuelco en el estómago, pero no como una amenaza. Era un vértigo dulce. Peligroso. Inevitable.
Se giró para verlo. Tenía el cabello despeinado, las pestañas largas descansando sobre las mejillas, y esa expresión relajada que solo aparecía cuando estaba con ella. Lo besó suavemente en los labios, y él respondió de inmediato, todavía medio dormido, murmurando su n