Ivar me lanzó a la cama y se subió sobre mí. Intenté apartarlo, pero el bastardo era fuerte. Apreté su cuello para alejarlo, pero solo se rió.
—Eres como un gatito —me dijo.
Odiaba con toda mi alma a este tipo.
—Bájate, desgraciado —le ordené.
Él abrió mis piernas con fuerza, subiendo la falda de mi vestido y dejando expuesto mi coño. Mi corazón se aceleró de inmediato; yo moriría de asco si él me follara.
—Deberías ser más complaciente; estaremos juntos toda la vida —me dijo mientras lamía mi cuello.
Grité con desesperación, pero parecía que a él le ponían más mis gritos.
—Suéltame o te juro que te mataré —le dije.
Él se detuvo de inmediato y me miró a los ojos. Sus ojos eran tan diferentes a los de Eirik; los ojos de Ivar estaban vacíos, no transmitían nada, en cambio los de Eirik transmitían calidez.
—Si muero, morirás —me dijo.
Yo lo empujé y él terminó en el suelo.
—Sé que eres la luna de mi hermano. Cuando él muera, tú serás solo mía —me dijo.
Jamás seré de él; el día que eso pa