Caminé por horas hasta que al fin pude llegar. Me escondí por un momento, ya que lo que estaba frente a mí eran solo ruinas. Todo era un desastre; el humo espeso no me dejaba ver por completo. Algunas casas aún estaban en llamas, cuerpos de un lado a otro, muchos sin vida, y los que quedaban estaban agonizando.
Respiré profundo; la rabia y la impotencia me carcomían. Esto era mi culpa. Ahora, estaba sin ella, y no tenía nada.
Caminé por el lugar, pero nada era rescatable. Las llamas habían devorado todo; solo quedaban cenizas.
—Te estábamos esperando —dijo una voz a mi espalda.
Me di la vuelta y era uno de los hombres de Ivar.
—Tú morirás hoy —me dijo.
Él se sacó la ropa y se transformó en un lobo. Me enseñó los dientes y se lanzó a mí. Me aparté rápidamente y terminó en una pila de cuerpos calcinados.
Se levantó y me miró, sus ojos brillantes por la furia. Me transformé; mis huesos crujieron y mi piel ardía mientras me transformaba. Ahora él y yo estábamos en igualdad de condiciones,