Phoenix apretaba la mano de Ulrich con fuerza mientras recorrían los antiguos corredores de Goldhaven. El sonido de las campanas resonaba en las paredes de piedra como un lamento sombrío, y las personas pasaban apresuradas, sus rostros tensos, gritando órdenes y cargando armas. El caos se propagaba como fuego.
Phoenix intentaba rastrear sus recuerdos, encontrar alguna memoria de aquel ataque, pero no había nada. Todo en ella gritaba que aquello estaba mal.— Esto no debería estar pasando —murmuró, la voz temblorosa.
Ulrich se giró hacia ella, los ojos dorados entrecerrados.
— ¿Qué? —preguntó, sin detenerse.
Phoenix tiró de su brazo, obligándolo a parar.
— Algo está mal —dijo, jadeante.
Ulrich la miró con impaciencia.
— Phoenix, necesitamos seguir. Tengo que ponerte a salvo.
— ¡Ulrich, escúchame! —insistió, sosteniéndolo con ambas manos—. Este ataq