Era otra mañana helada en Stormhold. El viento silbaba afuera, arrojando nieve contra las altas murallas de la fortaleza. En el interior de la Sala de Comando y Planificación Estratégica, el Rey Alfa Ulrich, de hombros anchos y expresión severa, analizaba con atención los mapas extendidos sobre la gran mesa de piedra. Estaba inmerso en cálculos y estrategias, evaluando posibilidades de contraataque contra el Reino del Este, cuando las puertas se abrieron con un chirrido seco.
— Majestad — dijo una voz grave. Ulrich levantó la mirada y encontró al Marqués Garrick Thunderhelm, su aliado más feroz, con el ceño fruncido y la respiración acelerada. — El Duque Halwyn Wentworth ha llegado.
Ulrich se congeló. Sus ojos dorados se entrecerraron. El regreso del Duque solo le ofrecía dos opciones: o su arriesgado plan había funcionado, o Halwyn no había logrado siquiera cruzar las fronteras del Este. Fuera cual fuera la verdad, debía enfrentarla.
Con un movimiento brusco, apartó los mapas a