CAPÍTULO 5 — ¿Cómo podía ser posible?

Gael Koch.

 La enfermera atendió a esa chica desconocida mientras caminé por la habitación. Llevé los ojos a la camilla donde mi amigo Héctor, aun en coma, y luego volví a verla a ella.

Mi entre ceño se pronunció y luego me puse firme cuando volvió en sí.

Su rostro estaba bañado en lágrimas, el vestido de novia ceñido a su figura le quedaba perfecto, y aun con el desastre de maquillaje regado por su rostro, podía ver claramente lo bella que era.

—Mi papá… —dijo, y la enfermera me observó de inmediato.

—Ella es la misma chica a la que su padre acaba de fallecer… —pasé un trago y asentí.

—No diga nada de que está aquí… yo me encargaré… ahora salga, la llamaré si necesito algo.

—Sí, señor Koch… —esperé que la enfermera saliera mientras, aquella mujer se sentaba, y me miraba con miedo.

Ella echó un vistazo nuevamente a la camilla, y luego volvió a mis ojos.

—Yo… gracias por ocultarme…

Arrimé una silla que estaba a mi alcance y me senté delante de ella sin ninguna premura.

—¿De quién estás huyendo? —ella volvió la mirada a la camilla, pero chasqueé mis dedos frente a ella—. Está en coma… no nos escucha…

—Lo siento… —afirmé ante su disculpa.

—Responda… ¿De quién huye? —ella parecía dudarlo, pero luego, vi cómo una mueca de llanto, volvió a dominar su rostro.

Entonces escuché un pequeño sollozo, que reprimió enseguida.

—¿De su prometido? —La ayudé intentado que hablara rápido.

Estaba inquietándome, y dentro de poco debía salir del hospital. No tenía mucho tiempo para perder.

—No es lo que piensa…

—¿Qué es? —presioné.

—Es mucho peor… mi situación —ella apretó su boca, que me quedé viendo demasiado tiempo.

—Créame… he visto cosas peores… —la mujer limpió su rostro y vi cómo su garganta pasó un trago—. Hable ya…

Ella asintió lento, y la vi tomar el aire mirando la puerta.

—Iba a casarme con… un hombre que pagó por mí… —mis ojos se abrieron un poco, pero no interrumpí—. A cambio… operarían a mi papá… pero antes de salir a la ceremonia, me llamaron del hospital y…

Me levanté en el instante. Esto no era mi asunto.

—Mi papá ha muerto, señor… pero esta gente me está buscando… Rosa negra… —me giré cuando escuché el apodo de esa mujer.

Cualquiera podía saber de ella, y ahora entendía cómo una chica hermosa estaba a su merced. Sin embargo, también recordé que ella fue mencionada por mi padre cuando estaba en una llamada y yo lo interrumpí llegando a su despacho y luego recordé lo que me dijo ese día:

“Me casaré… no rechazo rehacer mi vida, tú deberías hacer lo mismo… deberías considerar la misma propuesta de hace unos años, porque si hubieses tomado mi consejo, nada de esto te habría pasado… además, ella siempre ha esperado por ti” sus palabras volvieron a mi mente, mientras mi puño se cerró.

Por supuesto que mi padre no se casaba porque quería rehacer su vida, él quería una reputación intacta, porque políticamente le convenía ser una imagen familiar.

Pero su persona era una mierd@, un jodido corrupto con una asquerosa imagen.

Y como deseaba encontrar un punto para herirlo.

—Por favor… —la mujer vestida de novia se levantó interrumpiendo mis pensamientos, y tuve que parpadear varias veces—. ¿Puede usted ayudarme a salir de aquí? Puedo… yo puedo…

—No… —quité mi brazo aún furioso por mis pensamientos, pero luego me frené de golpe al recordar a los hombres que golpearon la puerta.

Por alguna razón los había visto, así que me devolví para preguntarle.

—¿Esos hombres?

—Trabajan para Rosa negra… —y luego recordé cuando la abuela me envió una invitación de boda, que nunca quise leer.

“Se casará con una chica que puede ser su nieta”

Y mis ojos se fueron aquella mujer.

—¿Cómo se llama el hombre con el que ibas a casarte?

Ella dejó un semblante serio y luego lo pronunció.

—Solo sé… que ella le dijo… “Don Rafael…”

La boca se me estremeció entera, y algo en mí se removió.

¿Cómo podía ser posible?

Saqué el teléfono de mi bolsillo y abrí el archivo. Y sí, la ceremonia de mi padre, de Rafael Baillères, era hoy…

Apreté los dientes burdamente mientras la respiración se hizo errónea. Miré de nuevo a aquella chica, y luego le indiqué.

—Quítate la ropa… —sus ojos se abrieron desmesuradamente, y me fui a closet para buscar un kit de paciente.

Tomé las prendas y aunque eran de hombre, se las pasé, y en ese preciso momento ella lo entendió todo.

—Quítate el maquillaje y todo lo que te comprometa…

Pude sentir el tacto de sus manos cuando tomó la ropa, y sobre todo su temblor, pero antes de que se diera la vuelta, ella me observó.

—Mi papá… él… quisiera…

—Lo arreglaremos después, ahora no hay mucho que hacer…

La vi dudar un momento, pero prontamente desapareció de mi vista para encerrarse en el baño, y luego observé a mi amigo que había tenido un accidente ayer por la noche.

Los médicos ya me habían dicho que tenía muerte cerebral, y solo estaba aquí porque era el que podía decidir, ya que él era donador de órganos.

Ahora estaba pensando que la vida se reía de mí de nuevo cuando lo miré, y sentándome en la silla para desabotonar los botones de mi cuello, masajeé mi sien para respirar.

Mi mente estaba maquinando a toda hora, y me recriminé todo el tiempo por querer usar este momento a mi favor.

Podía hacer muchas cosas para cobrarme esta ayuda, aunque sonara cobarde, pero, quién quitaba que tanto ella como yo, pudiéramos beneficiarnos mutuamente con la ayuda del otro.

Además, ella estaba dispuesta hacer lo que fuera, incluso recurrir al asqueroso de mi padre, para salvar a su padre.

De un momento a otro escuché la puerta, aquella chica se puso delante de mí con el rostro limpio y aún más hermoso que el anterior. Podía notar el miedo y la desesperanza en sus ojos, y sentí que un instinto desconocido se encendió en mis entrañas.

Sin embargo, sacudí mis pensamientos cuando me puse de pie.

—Yo… quiero agradecerle… —ella abrió la boca—. Usted… literalmente me está salvando…

Me la quedé mirando totalmente quieto, y solo pensé que, quizás, ella estaba saliendo de un infierno, para meterse en otro…

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