El amanecer llegó con una crueldad particular aquel día. Khaled observaba desde su ventana cómo el sol comenzaba a elevarse sobre las dunas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados que en cualquier otra ocasión habría considerado hermosos. Pero hoy, cada rayo de luz solo servía para iluminar el vacío que Mariana había dejado en el palacio.
No había dormido. ¿Cómo podría? Las palabras de despedida de ella resonaban en su mente como un eco interminable. "Adiós, Khaled." Tan simples, tan definitivas. Tan devastadoras.
Un suave golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Era Fátima, con el rostro marcado por la preocupación.
—Su Alteza, los niños... —comenzó con voz temblorosa—. Se niegan a desayunar. Amira no ha parado de llorar y Hassan se ha encerrado en su habitación.
Khaled cerró