La luz del amanecer se filtraba por los ventanales del salón principal del palacio, proyectando sombras alargadas sobre el suelo de mármol. Khaled ajustó su thobe blanco y se aseguró de que su ghutrah estuviera perfectamente colocada. Hoy no era un día cualquiera. El consejo de ancianos había solicitado una reunión urgente, y aunque oficialmente el motivo era discutir los nuevos proyectos de infraestructura para la región norte de Alzhar, Khaled intuía que había algo más.
Los cinco hombres que conformaban el consejo ya lo esperaban, sentados en semicírculo sobre los cojines tradicionales. Eran los guardianes de las tradiciones, los pilares de la sociedad de Alzhar, y aunque Khaled tenía la última palabra en muchas decisiones, ignorar sus consejos podía resultar en fracturas políticas que prefería evitar.
—As-salamu alaykum —saludó Khaled con una leve inclinación de cabeza mientras tomaba asiento frente a ellos.
—Wa alaykumu s-salam —respondieron al unísono.