El jardín del palacio resplandecía bajo el sol de la tarde. Mariana había decidido llevar a los niños a jugar al aire libre, aprovechando que la temperatura era más agradable que en días anteriores. Mientras Amira construía un castillo de arena en el pequeño arenero y Faisal jugaba con sus soldados de juguete, ella se permitió un momento de contemplación.
Tres meses en Alzhar habían transformado su percepción del lugar. Lo que al principio le parecía extraño y amenazante, ahora tenía cierta familiaridad. Las cúpulas doradas, los arcos elegantes, los jardines meticulosamente cuidados... todo formaba parte de una rutina que había aprendido a apreciar. Y en el centro de esa nueva vida estaba él, Khaled, un hombre que despertaba en ella sentimientos que nunca creyó posibles.
—Señorita Mariana, qué agradable encontrarla aquí.
La voz masculina la sacó de sus pensamientos. Al girarse, se encontró con Tariq Al-Nazir, uno de los asesores más jóvenes del palacio. Alto, de