La tensión en la habitación se podía cortar con un cuchillo. Carter retiró su mano de inmediato, su expresión volviendo a ser fría y profesional, aunque era evidente que la interrupción de Damián lo había incomodado.
Carter bajó la mano lentamente, manteniendo la mirada fija en Damián, sin siquiera parpadear. Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.
—Por supuesto —respondió con aparente tranquilidad, pero el sarcasmo en su voz era inconfundible—. No tenía intención de incomodar, con permiso.
Carter salió de la habitación. Intenté detenerlo, pero antes de que pudiera decir algo, Damián tomó mi brazo, haciendo que dirigiera mi atención hacia él. Su mirada estaba cargada de una mezcla de celos y frustración.
—¿Qué está pasando aquí, Daphne? —demandó, su voz baja pero tensa, como una cuerda a punto de romperse—. ¿Por qué ese tipo se siente tan cómodo contigo? Tanto que se atreve a acariciarte el rostro.
Le sostuve la mirada con firmeza.
—Damián, conozco a Carter desde hace muchos años