El lugar estaba en completo silencio, mientras la tensión del ambiente pesaba sobre mis hombros. Sin embargo, mi dedo en el gatillo no temblaba, ni mi vista se apartaba ni por un segundo de aquel hombre que sostenía a mi pequeña.
Ernesto irrumpió con una risa burlona y estrepitosa, claramente disfrutando del "espectáculo".
—Suéltala —ordenó finalmente, con un gesto de su mano.
El hombre obedeció de inmediato, y Linsey corrió hacia mí, abrazándome fuertemente. La estreché con lágrimas en los ojos, sintiendo un alivio inmenso al tenerla de vuelta en mis brazos. Pude sentir cómo su pequeño corazón latía con fuerza y rapidez.
—Ya estoy aquí, cariño. No dejaré que nadie te haga daño... —le dije abrazándola más fuerte.
—No dejes que me lleven, Daphne —me suplicó entre lágrimas.
—No lo haré, no te preocupes; tu papá y yo vamos a protegerte.
—No vamos a permitir que nada te pase, mi princesa —agregó Damián mientras acariciaba su cabello.
—Qué conmovedor, la familia feliz reunida de nuevo —irr