Solté un sonido de exasperación, bajé las escaleras y pronto salí de la casa. Debido a la hora, pedí un taxi que no tardó mucho en llegar. Tiempo después, el auto frena en un local que aparenta ser una tienda de empeño.
Salgo del taxi y entro al lugar. Lo primero que veo es a un señor del otro lado de la vitrina revisando un collar con una lupa.
—¿Eres Julio? —pregunté.
—Depende de quién lo pregunte... —respondió y luego me miró de reojo—. ¿Qué hace una dama tan elegante como usted en una tienda de empeño de medio pelo como esta?
—Vengo a tener una charla con usted...
—¿Sobre qué?
—Sobre armas... —respondí con simpleza.
—¿¡Usted!? —se burló.
—Soy una buena amiga de Lucas. Para ser más específicos, las armas son para mí, y usted sabe que está cobrando de más —me acerqué al mostrador.
—Nadie le pone precio a mi mercancía. Y si usted viene de parte de Lucas, déjeme decirle que el precio que le di no va a cambiar —dijo y me miró fijamente mientras yo le mostraba una pequeña sonrisa sarcás