Especial de Navidad: Las promesas que quedan y esperan una eternidad
UN AÑO DESPUÉS
Esa mañana, la casa estaba en un silencio diferente. No era el silencio del miedo ni de la espera tensa que alguna vez conocieron, sino uno tibio, expectante, como si las paredes mismas supieran que era un día especial. Afuera, una capa ligera de escarcha cubría el jardín. No era nieve, pero bastaba para que los niños imaginaran que el invierno había decidido quedarse un poco más.
Ava bajó las escaleras con una gran sonrisa en los labios. El árbol de Navidad seguía encendido desde la noche anterior, con luces suaves que parpadeaban lentamente. Los regalos, envueltos en papeles de colores, esperaban bajo las ramas verdes. Todo estaba en orden. Demasiado en orden, pensó con una sonrisa.
—¿Ya estás despierta? —preguntó Logan desde la cocina.
—Hace rato —respondió ella—. Quería ver la casa así antes de que los niños la invadan. Respirar un poco la paz y el silencio.
Respiró profundo y cerró los ojos por un