Capítulo 69: Sin remordimientos
La puerta se cerró con un clic sordo, aislando a Richard Langford del mundo exterior y del molesto zumbido de la presencia de Amber.
La furia contenida que había mostrado ante ella se disipó, reemplazada por una fría y metódica inquisición interna.
Se reclinó en su silla, el cuero gruñendo levemente bajo su peso, y entrelazó los dedos sobre el escritorio pulido, un zócalo desde el que había dirigido destinos durante décadas.
Amber había sido un torbellino de quejas egocéntricas, pero entre su parloteo sobre salones de bodas y cenas canceladas, había arrojado una piedra en el estanque aparentemente tranquilo de la vida de su hijo.
Logan, "abrumado por el trabajo". Era la excusa habitual, ciertamente. Desde el principio, su hijo había cumplido con Amber como quien cumple con una obligación fiscal: necesario, pero intrínsecamente desagradable.
Richard recordaba los informes discretos que recibía: cenas semanales forzadas, visitas protocolarias a la ca