Capítulo 18. Una mentira despiadada 
Cássio fue el primero en abrir los ojos esa misma mañana, y al hacerlo el calor de un cuerpo junto al suyo, la suavidad de una piel que rozaba la suya, lo devolvió a una realidad que lo estremeció de pies a cabeza.
Giró apenas el rostro y allí estaba Olivia, dormida, con los labios entreabiertos y el cabello desordenado cayendo sobre la almohada. La sábana apenas cubría sus caderas, dejando expuesta cada curva de su espalda, cada detalle que la hacía tan mujer. Cassio sintió un golpe en el pecho: nunca la había visto así, tan vulnerable, tan real. Y lo peor era que no podía apartar la mirada.
Su instinto gritaba que debía alejarse, que lo que había ocurrido la noche anterior había sido un error imperdonable. Pero su corazón… su corazón no quería moverse de aquel lugar. Lo único que deseaba era rodearla con sus brazos y volver a perderse en ese abismo de calor y ternura que había descubierto en ella.
Se llevó una mano al rostro, maldiciéndose en silencio. Fue entonces cuando reaccionó.