Villa de las Mercedes
La casona era apenas una sombra silenciosa cuando Lara descargó a Evan sobre la cama de la habitación principal. Se hallaba en un estado deplorable y bastante débil a pesar de su corpulencia natural, una que Lara jamás habría adivinado debajo de los trajes finos que solía ponerse siempre.
Lo volteó boca abajo sobre el lecho y le examinó la espalda, surcada por más de sesenta latigazos de los que aún manaba una sangre negra y espesa. Las heridas estaban más próximas a la infección que a la cicatrización y la conciencia de Evan iba y venía en dependencia de cuánto le dolieran.
— ¡Por Dios! ¿Cómo es que no se ha quejado? — se asombró — Quien hizo esto debió estar bastante enfadado con él.
— ¡Yo estoy bastante enfadado co