El bosque se cerraba tras nosotros, las sombras de la manada aún resonaban en la distancia, pero el viento traía consigo un susurro diferente. Algo antiguo, algo protector.
Corríamos, mi respiración entrecortada mezclándose con la de Eirik, quien apenas lograba mantenerse en pie. Su sangre manchaba la tierra a cada paso, pero no se detenía. No podíamos detenernos.
Fue entonces cuando la vi.
Una luz tenue, flotando entre los árboles.
No era el reflejo de la luna ni el brillo de algún fuego lejano. Era algo más. Algo vivo.
Eirik también la vio y, sin necesidad de palabras, seguimos su resplandor.
La luz se movía con suavidad, como una danza etérea entre las sombras del bosque. Iluminaba el camino justo lo suficiente para evitar raíces traicioneras o ramas afiladas. Sentía su calor en mi piel, un calor que no provenía del fuego, sino de algo más profundo. Algo familiar.
"Corre, Lyra..."
La voz era un