Mundo ficciónIniciar sesiónEl miedo atenazó a Esmeralda. El hombre en la esquina, a quien Carmen había llamado "el lobo", volvió a sonreír, y esta vez, la sonrisa se amplió, revelando más de sus afilados colmillos. Un gruñido bajo salió de su garganta, sonando como una risa horrible.
—¿Quién... quién eres? —susurró Esmeralda, retrocediendo hasta que su espalda tocó la fría pared.
El hombre se levantó con un movimiento demasiado rápido, demasiado ágil para su tamaño. Se movía como un depredador, una sombra en la lujosa habitación.
—¿Yo? Yo soy Alonso —respondió, su voz ronca, más un murmullo áspero que una voz humana—. Y esta noche, eres mía para jugar.
Dio un paso tras otro acercándose a Esmeralda, sus ojos nunca se apartaron de su rostro. Cada movimiento se sentía deliberado, cada paso era una amenaza palpable. El extraño aroma que había notado al entrar se hizo más fuerte ahora: olor a cuero, a tierra húmeda y a algo salvaje.
—Pero... Doña Carmen dijo que debía prepararme —tartamudeó Esmeralda, su mente buscando desesperadamente una salida.
Alonso se rio, una risa áspera y llena de una fuerza aterradora.
—Doña Carmen tiene muchos "clientes" que atender. Pero tú, mi flor, eres un espécimen raro. Una inocencia tan pura. Eso me da ganas de... ponerla a prueba.
Ahora estaba tan cerca que Esmeralda podía sentir el calor de su cuerpo. Pudo ver sus músculos tensarse bajo la ropa de cuero oscuro, y cómo cada respiración parecía un poco más profunda, más áspera de lo normal.
—¿Qué quieres decir con ponerla a prueba? —preguntó Esmeralda, con la voz temblorosa. Se atrevió a mirar sus ojos brillantes, que parecían gemas oscuras reflejando la luz tenue.
Alonso sacó la lengua, lamiendo su labio inferior seco.
—Quiero saber cuán profunda es tu inocencia. Qué tan fácil puede romperse. Cuántos gritos pueden salir antes de que te conviertas solo en... algo más.
Levantó la mano lentamente, con sus dedos largos y fuertes extendidos. Esmeralda pensó que iba a tocarla, pero él solo apuntó al aire frente a su rostro, como si estuviera olfateando.
—Hueles a... miedo. Pero hay algo más. Algo valiente detrás de ese miedo. Me gusta.
Inclinó la cabeza.
—Debes estar cansada después del viaje. Y después de... tu encuentro con el agente de limpieza esta noche. Sin embargo, no puedo esperar para empezar.
Antes de que Esmeralda pudiera responder, la fuerte mano de Alonso le agarró la barbilla. El agarre fue firme, pero no doloroso. Acercó el rostro de Esmeralda al suyo.
—Yo soy Alonso —susurró, su aliento caliente golpeando el rostro de Esmeralda—. Y esta es la primera marca de mi posesión.
Se inclinó. Esmeralda cerró los ojos, preparándose para lo que viniera. Sintió una suave presión en sus labios, pero no era el toque de un hombre. Era diferente. Más exigente. Más primal.
Sintió la lengua de Alonso rozar sus labios, buscando la entrada. Esmeralda se estremeció, pero el agarre en su barbilla no se aflojó.
—Oh, no temas —gruñó Alonso, su voz se hizo más profunda—. Esto es solo el comienzo. Quiero saborearte por completo. Alma y cuerpo.
Empujó su lengua dentro de la boca de Esmeralda, guiándola con rudeza. Esmeralda sintió un sabor extraño, como a cobre y a una fría pasión. No era el beso que había imaginado, ni suave ni apasionado, sino una invasión. Su lengua giraba salvajemente, explorando cada rincón de su boca con fría posesión.
Esmeralda sollozó, tratando de alejarse, pero el agarre de Alonso no cedió. Sintió que se hundía bajo la presión, su cuerpo se negaba a obedecer. Sin embargo, también sintió algo más: una fuerte urgencia biológica, como un instinto que la ayudaba a percibir lo que Alonso deseaba.
—Bien —suspiró Alonso con satisfacción, retirándose un poco, pero sin soltarla del todo. Miró a Esmeralda con una mirada penetrante, sus ojos brillando más intensamente ahora—. Reaccionas. Eso es bueno. Significa que puedes aprender.
Luego tiró de Esmeralda, no con suavidad, sino con una fuerza que la obligó a ponerse de pie. La condujo hacia la cama, cerrando las cortinas gruesas y oscuras a su alrededor.
—Ahora —dijo, su voz ahora llena de una terrible anticipación—. Veamos cuán profundas son tus habilidades para "servir". Quiero ver si puedes hacer que un lobo hambriento se arrodille, incluso después de haber olido tu miedo.
Las manos de Alonso comenzaron a moverse, hábiles pero rudas. Desabrochó los botones del sencillo vestido de Esmeralda uno por uno, cada toque provocando temblores que ella no deseaba: una mezcla de repulsión, miedo y una curiosidad horrible.
—Abre los ojos, flor. Quiero que veas quién te posee esta noche.
Los ojos de Esmeralda se abrieron a la fuerza, capturando el destello ardiente de los ojos de Alonso. No pudo resistirse. Mientras la mano de Alonso bajaba por su vestido, sintió algo frío tocar su piel, algo que le erizó el vello.
—Ah, aquí está —susurró Alonso, su voz convertida en un gruñido bajo.
Tiró de la gruesa manta de la cama, y al extenderla, Esmeralda lo vio: no era piel humana suave, sino algo que se sentía más áspero, más cálido, más... peludo.
—No solo necesito tu inocencia —gruñó Alonso, su voz sonando ahora más profunda que antes, casi como la de un animal. Giró el cuerpo de Esmeralda, obligándola a arrodillarse sobre la suave cama—. Te necesito... por completo.
Las manos de Alonso comenzaron a trabajar en la ropa de Esmeralda con una velocidad aterradora, cada movimiento la llevaba más profundamente a una oscuridad que nunca había imaginado.
De repente, se oyó un golpe en la puerta de la habitación. Un golpe fuerte y lleno de ira.
—¡Alonso! ¡Abre esta puerta ahora mismo!
El fuerte golpe resonó en la habitación. Esmeralda se sobresaltó, una oportunidad de escape surgió de repente en su mente. Sin embargo, Alonso ignoró el sonido, su mirada nunca se apartó de Esmeralda. Resopló con irritación.
—Cállate, Nicolás —gruñó Alonso, su voz ahora más grave—. No es asunto tuyo. Estoy ocupado.
El golpe cesó, reemplazado por un murmullo de queja detrás de la puerta. Alonso, como si la interrupción hubiera sido solo una mosca, volvió a centrarse en Esmeralda.
—No le hagas caso —susurró Alonso, su voz ahora más suave, pero no menos amenazante—. Es un vampiro arrogante. Solo está celoso de que estés aquí conmigo.
Esmeralda miró hacia la puerta, sintiendo un ligero alivio por la interrupción. Sin embargo, Alonso fijó su mirada, y ella supo que la resistencia sería inútil.
—Te atreviste a robar mi precioso tiempo —dijo Alonso, su voz convertida en un gruñido profundo—. Ahora, tendrás que pagar. Y no acepto un no por respuesta.
Alonso tiró de Esmeralda hacia la cama, su vestido ya desprendido de su cuerpo. Esmeralda cayó sobre la gruesa manta.
—Yo... no sé qué se supone que debo hacer —susurró Esmeralda, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
Alonso se acercó. Se inclinó hacia adelante, con los ojos encendidos.
—No necesitas saberlo. Solo deja que tus instintos te guíen —dijo—. Solo tienes que acostarte y dejar que te muestre lo que significa ser mía. No te haré daño, a menos que me lo pidas.







