C57-TENEMOS QUE VERNOS.

Todas las luces del techo explotaron y hubo un zumbido ensordecedor y luego, los disparos.

—¡CÚBRANSE! —rugió Eros, justo cuando una bala se incrustó en la pared, silbando en su oreja.

El concreto explotaba a su alrededor. Las vigas, las sombras... los tenían rodeados. No era un enfrentamiento, era una ejecución.

Sus hombres respondieron como pudieron, fuego cruzado y desordenado, pero los tiradores de Ezra estaban en posición, con ventaja y altura. Uno de los suyos cayó con un rugido seco y la sangre brotando a borbotones desde un impacto directo en el pecho.

Eros se giró para cubrirlo, pero una bala lo alcanzó en el hombro.

El mundo se le inclinó y siguió el dolor, ardiente, como fuego líquido trepándole por la clavícula.

Se tambaleó, pero no cayó. Digor lo sujetó con fuerza por el brazo, arrastrándolo hacia una columna destrozada mientras el concreto seguía estallando a su alrededor.

—¡RETIRADA! —gritó alguien, apenas audible entre el rugido de los disparos