La confesión de Rubén
El ascensor subía lentamente, con un zumbido monótono que parecía acentuar el silencio incómodo entre Cristina y Rubén. Ella mantenía la mirada fija en el suelo de acero pulido, mientras él, con el ceño fruncido, no dejaba de observar el leve sonrojo en el rostro de la mujer. Cada segundo se volvía eterno hasta que finalmente las puertas se abrieron con un “ding” metálico.
Rubén dio un paso adelante y, como todo un caballero, estiró el brazo para invitarla a salir. Cristina apenas asintió y caminó a su lado por el pasillo alfombrado, hasta que llegaron a la suite. Rubén abrió la puerta y la dejó pasar primero.
Dentro, Jessica, la joven que había estado cuidando a Isac, se encontraba sentada en el sofá revisando unos documentos. Al verlos entrar, se levantó de inmediato.
—¡Al fin llegas, Cristina! —exclamó con alivio—. Me tenías preocupada… ¿Cómo te fue?
Cristina sonrió débilmente mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja. Pero en cuanto Jessic