No estoy de humor.
Sencillamente, no deseo verle el rostro a Renzo después de nuestra discusión anoche.
Flashback.
—Sube al auto —espeta en tono frío.
Estamos afuera del club, y él está furioso.
Bueno, me importa un culo en este momento.
No me muevo.
Detrás, tengo a Darío, y Bianca. La segunda está recostada a un costado de su prometido.
Ambos están en silencio.
Renzo abre la puerta del coche, y no veo al conductor. Lo que deja claro que él, ha venido por su cuenta esta vez.
—Sube, Sam —inclina la cabeza a un lado— O te subo. Decide.
Pendejo.
De mala gana me doy la vuelta, y miro a la pareja.
—Lo siento por haber arruinado su noche.
—No te preocupes —niega, Darío.
—Renzo puede ser un imbécil, pero vas a estar bien— Bianca arrastra las palabras.
Sonrío, y Darío deja un beso en su cabeza, con expresión divertida.
—Hay que meterte a la cama —le dice.
—Eso está mejor —canturrea.
Me rio.
—¡Sam!
Maldición.
—Buenas noches— me despido, y con la cabeza en alto, avanzo hasta donde Renzo me sost