Capítulo 24. La revelación silenciosa.
Los dos siguieron caminando por el pasillo del hospital en silencio, con las manos aún entrelazadas. El mundo a su alrededor se movía demasiado de prisa: enfermeras corriendo de un lado a otro. Camillas que iban y venían, pacientes adormilados. Pero para ellos, todo era un eco lejano.
Lo único real era el roce de sus dedos, el peso de lo que casi ocurrió, y el fuego que todavía ardía bajo su piel.
Cuando llegaron a la UCI pediátrica, Ares se detuvo. Su mano seguía sosteniendo la de Lyanna, pero ahora la presión era distinta: más suave, más humana. Tenía los ojos grises aún nublados por la urgencia y por algo más oscuro que no se atrevía a nombrar.
—Estás bien… ¿Verdad? —murmuró, sin mirarla directamente.
Lyanna asintió sin soltarse de él.
—Sí… vamos con Harry.
Ares tragó saliva y empujó la puerta.
La habitación de la UCI estaba a media luz. Los monitores emitían pitidos suaves y constantes. Y en la camita blanca, con las mejillas un poco más rosadas que antes, estaba Harry… despierto.