Capítulo 113. La prueba del delito.
El taxi se incorporó al tráfico denso de la avenida principal, alejándose de la zona residencial exclusiva donde el silencio y la seguridad eran lujos que se pagaban con millones.
Lyanna se hundió en el asiento trasero de vinil desgastado. El olor del vehículo, era una mezcla de ambientador barato de pino y tabaco rancio, era un contraste violento con el aroma a cuero limpio y sándalo del coche blindado de Ares.
Ese olor, corriente y un poco desagradable, le revolvió el estómago, pero al mismo tiempo le pareció extrañamente familiar.
Más real. Más suyo.
Miró por la ventanilla manchada. Los árboles frondosos y los muros altos de las mansiones dieron paso rápidamente a edificios de oficinas, tiendas con letreros de neón apagados y gente caminando con prisa por las aceras.
La ciudad se desplegaba ante ella como un mapa que no sabía leer, pero cuyas coordenadas parecían estar grabadas en su subconsciente.
Se miró las manos, que descansaban sobre sus rodillas cubiertas por la tela áspera