Capítulo 46.
POV Ángela
Al abrir los ojos, el mundo era demasiado blanco.
Un blanco cegador, aséptico, que me dolía en las pupilas como si me hubieran arrancado los párpados. El olor a desinfectante me golpeó primero, luego el pitido constante de los monitores, después el peso extraño de mi propio cuerpo: débil, ajeno, como si me hubieran devuelto a la vida en un envoltorio prestado.
Intenté mover la mano. Apenas un temblor. Los músculos no obedecían. Sentía cables pegados a la piel, agujas clavadas en las venas, el roce frío de la cánula de oxígeno en la nariz. Cada aliento era un esfuerzo, como si mis pulmones tuvieran que aprender de nuevo a respirar.
—Ángela…
Esa voz. Ronca, rota, llena de algo que nunca le había oído: miedo.
Abrí los ojos del todo y allí estaba él. Bruno. Sentado al borde de la cama, encorvado como si llevara el mundo encima, barba crecida, ojeras negras, los ojos rojos de llorar. El Diablo parecía un hombre al borde del abismo. Al verme despierta, una sonrisa temblorosa le