Capítulo 20.
POV Bruno
Pasó una semana. Siete días donde el mundo fuera de mi habitación parecía un eco lejano.
La noción del tiempo se desvaneció, y solo podía calcularlo según cuántas veces un plato de comida se deslizaba por la abertura de la puerta. Eso se convirtió en mi reloj, mi calendario y mi prisión.
La celda era un cubículo de concreto, robusto, sin ventanas. La única cosa que había dentro era una cama con un colchón áspero y un pequeño baño que emanaba olor a cloro. No entraba luz natural, y la única bombilla parpadeaba ocasionalmente, como si se burla de mi paciencia.
Al comienzo, intenté prestar atención a los ruidos: pisadas, conversaciones, la lejanía de los guardias… Pero ellos eran expertos en su trabajo. El silencio era casi total, salvo por el sonido metálico del plato al ser empujado hacia dentro y los perros al ser alimentados.
Cada noche era igual: un pan duro, una porción de queso, una botella de agua. Comía no porque lo quisiera, sino porque no podía permitirme debilitarme