POV Ángela
El frío de las montañas rusas no me preocupaba. Afuera, la nieve cubría todo como un silencio blanco, pero dentro de la mansión, mi sangre ardía. La propiedad de Bruno estaba escondida en medio de la cordillera, difícil de localizar para cualquier persona que no conociera las rutas. Perfecta para hacer planes, ideal para esperar… aunque esperar no era lo mío.
Frente a mí, tres pantallas mostraban diferentes imágenes en tiempo real. En la central, el mapa de operaciones iluminaba en rojo y azul las posiciones de todos mis equipos. A mi lado, sentada con la espalda recta y las manos rápidas en el teclado, estaba Venus, una de las dos hackers de Flor de Loto. Tenía un auricular en la oreja y miraba fijamente, como si cada línea de código que aparecía fuera un impulso del plan.
—Las señales están estables —me informó sin apartar la vista—. Puedo ver todas las cámaras de las chicas.
Asentí. Muchas de ellas llevaban dispositivos ocultos: en broches, collares e incluso en botones.