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Gimió dolosamente intentando sacar el pie, pero se temía que el daño fuese bien serio.

El dolor en todo su cuerpo era tanto que la hacía rabiar.

Sin embargo, el ruido estridente a su lado y ver a la pareja de asesinos forzando la maltrecha puerta para entrar al auto, la hicieron olvidar sus heridas.

El corazón de Deborah latía desesperado, ¿se hacía la desmayada?

Pero no, no, era evidente que no se podía quedar aquí atrapada y ¿si explotaba el auto como en las películas?

¡BAM!

Cuando la puerta fue abierta a la fuerza, se atrevió a pedir ayuda.

— ¡Ayúdenme, por favor… por favor! ¡Yo… yo fui quien la trajo a este sitio y le dio la droga! ¡Estoy de su lado! – le gritó con la voz ronca y llorando a moco tendido a la mujer que abrió su puerta, mientras el hombre examinaba a Carlotta.

— Está viva – el hombre sentenció y ambos sicarios suspiraron de alivio.

— ¿Qué hago con la …aliada?

La mujer preguntó, mientras su cómplice estaba desbloqueando el cinturón de Carlotta y poniendo algunos vend
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