En las afueras del restaurante se despidieron, el “hasta mañana” que le dijo el señor Ko a Patricia no le gustó nada a Enzo, de buena gana la hubiera subido al auto para luego tomar el vuelo de regreso a casa y así terminar con las pretensiones de ese asiático, pero lo peor fue la brillante sonrisa que ella le dedicó a ese hombre.
La tomó por el codo y la apresuró para que subiera al automóvil que lo había trasladado a él.
–Tengo el auto que tú mismo me asignaste.
–No importa, el chofer nos seguirá.
–De verdad no entiendo qué haces aquí, yo no te hice ninguna consulta.
Enzo se limitó a observarla de reojo sin re