25. La hiena.
Alec Smirnov
Ahí está ella…
Con su cabello rojo, rizado y alborotado. Luciendo hermosa. Preciosa. Inalcanzable.
Tan cerca de mí… que hasta me tiembla el pulso.
"¡Dios…!"
Quiero correr hacia ella.
Envolverla en mis brazos.
Besarla.
Darle cada uno de los besos que durante todos estos años guardé en silencio, encerrados en el pecho como condenados que gritan por salir.
Emilia fue mi luz en la oscuridad.
Después de nuestro encuentro, lo supe: no había marcha atrás.
No podía seguir fingiendo.
No después de ella.
Me alejé de Roxana por completo. Ella tenía prohibido acercarse a mis aposentos. Solo compartíamos los actos protocolarios.
Ella intentó retenerme por todos los medios. Y uno de esos fue haberme engañado.
Me drogó… y de esa noche envenenada, volvió a quedar embarazada.
Pero a los dos meses, perdió al bebé. Aborto espontáneo, dijeron los médicos.
Esa pérdida volvió a sacudirme el alma. Dos pequeños inocentes ahora eran parte del cielo.
Me aferró a la idea de que el universo se negó