Ámbar
La felicidad que siento por anunciar que estamos esperando dos hijos se ve opacada cuando Mía me pide que hablemos en privado.
—Joshua vino —me confiesa—. Subió a mi habitación y me rogó que volviera con él.
—Espera, ¿entro a la casa? —ahogo un grito—. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Bueno, emocionalmente... estoy hecha m****a, pero no me hizo daño, ni tampoco le hizo nada a Ana.
—Pero ella no me dijo nada.
—Porque le pedí que me dejara contártelo yo —me aclara—. Joshua me suplicó que me fuera con él, que lo apoyara, pero también me dijo que…
—¿Qué? —sonrío—. ¿Que te ama?
—Eh…
—Sí, tengo razón. Te dijo eso.
—Bueno, sí —asiente, bajando la mirada—. Me dijo que me ama, que quiere que nos vayamos lejos, que desea terminar con todo esto.
—Y entonces…
—No, Ámbar, no te traicionaré —me asegura, tomándome de las manos—. Lo último que quiero es causarte problemas. Voy a declarar a tu favor, y no pienso cambiar de opinión.
—Te lo agradezco —le sonrió—, pero me hace sentir mal que