La noticia de que Isadora había aceptado viajar a Liria del Norte corrió como fuego por todo el continente. Los canales de televisión transmitían mapas de la región, entrevistas a historiadores y debates sobre el impacto de su regreso. La prensa internacional la nombraba “La Condesa del Renacer”, mientras que en los foros más oscuros aparecían amenazas anónimas: mensajes que advertían que nunca llegaría viva a su destino.
  Isadora, sin embargo, no dejó que el miedo la detuviera. Desde el apartamento seguro, supervisaba junto a Gabriel y Nala cada detalle del viaje.
  —No podemos dejar nada al azar —dijo Gabriel, señalando la pantalla con el plan de ruta—. El vuelo oficial será demasiado obvio. Necesitamos una cobertura sólida y planes alternos.
  Nala, con tono seco, añadió:
  —Ya detectamos movimientos sospechosos. Alguien está intentando sobornar a personal de seguridad del aeropuerto.
  Isadora cerró los ojos un instante. El peso de la responsabilidad crecía con cada paso.
  —Si c