Gabriel dio un paso, pero fue Lucian quien pidió la palabra con un gesto.
—Hubo un tiempo —comenzó— en que la sombra había tomado demasiadas formas. La conspiración que te arrebató el nombre nos perseguía a todos. El accidente que el mundo creyó mortal fue un montaje que aprovechamos para desaparecer. No por cobardía, hija, sino por estrategia. Había intentos sobre nuestras vidas; cada aliado caído nos confirmaba que seguir visibles significaba firmar tu sentencia.
Seraphina asintió, los ojos húmedos.
—Nos ocultamos en un enclave diplomático en la frontera, bajo identidades protegidas por viejas lealtades. Vivimos como eremitas de la historia, con la esperanza como único lujo. Cada noticia falsa sobre ti era un tajo; cada silencio, una oración. Hasta que él —miró a Gabriel con gratitud— nos encontró.
Gabriel sostuvo la mirada de Isadora.
—Cuando te sacaron de la prisión y el país comenzó a despertar, los seguimos como un rastro de rescoldos. Localicé a tus padres poco después de