La ciudad no había dejado de hablar de los últimos acontecimientos: explosiones en depósitos clandestinos, filtraciones mediáticas que sacudían los cimientos de la élite, y un misterioso "Ángel" que parecía mover los hilos desde las sombras.
Isadora observaba esas noticias desde la sala de un apartamento seguro. El brillo de las pantallas iluminaba su rostro, y aunque la voz de los presentadores variaba entre incredulidad y especulación, había algo en común: todos intuían que una fuerza desconocida había comenzado a desafiar el viejo orden.
Gabriel se acercó, colocando una copa de vino frente a ella.
—Tarde o temprano tendrás que salir a la luz. El anonimato te dio ventaja hasta ahora, pero el mundo necesita ver quién eres.
Isadora apretó la copa entre los dedos.
—No como una víctima. No como la huérfana que ellos pintaron. Quiero que me vean por lo que realmente soy: la hija de los Condes de Liria del Norte.
Gabriel asintió con orgullo. —Entonces prepárate. La ciudad jamás olv