Todo estaba diseñado para que sintieran que el suelo bajo sus pies se desmoronaba, pero sin derribarlos… todavía.
Rafael volvió a acercarse.
—Podemos coordinar el lugar del encuentro. Si quieres algo con impacto, hay una gala benéfica en tres días, llena de empresarios y prensa.
Isadora meditó un segundo.
—No. Será antes. Ellos están heridos, confundidos y desesperados. Quiero que, cuando me vean, todavía tengan las manos manchadas del escándalo de hoy.
Nala sonrió.
—Entonces solo queda preparar la entrada.
De vuelta en la mansión Echeverri, Damián lanzó un vaso contra la pared, el cristal estallando en mil pedazos.
—Esto es una guerra. Y si es guerra lo que quiere, guerra tendrá.
Amara lo miró con un atisbo de duda.
—Damián… creo que ya es guerra, y no la estamos ganando.
Un silencio pesado se instaló. Él no respondió. Tal vez porque, en el fondo, ya empezaba a sospechar que Isadora no jugaba para ganar… jugaba para que ellos nunca pudieran volver a levantarse.
En su refu