La ciudad de Bruselas se alzaba con su arquitectura majestuosa, una mezcla de historia y poder moderno, como si la capital misma supiera que estaba a punto de presenciar un evento que cambiaría las reglas del juego internacional. Entre los preparativos diplomáticos, las medidas de seguridad y el bullicio mediático, una figura caminaba entre las sombras con paso firme: Isadora Lorrain.
Vestida con un abrigo largo color vino y gafas oscuras, había llegado al aeropuerto militar privado de la OTAN bajo el nombre código "Anneliese Vermeer". El Círculo I se había encargado de todos los permisos, blindajes legales y detalles logísticos. No podía arriesgarse a una emboscada, no después de las amenazas recibidas desde que expuso públicamente los delitos de la familia Leclerc-Echeverri.
Gabriel no la acompañó en este viaje. Su presencia levantaría sospechas. Pero le dejó algo en el avión: una carta escrita a mano y un broche de oro blanco en forma de lobo.
«Un lobo no necesita manada cuando